Inicio Blog ¿Cómo afrontar una “rabieta” de tu bebé?

Las rabietas infantiles son un estado de impaciencia y enfado propio de los niños pequeños, especialmente en el segundo año de vida. Generalmente, las rabietas suelen originarse por un leve motivo y, en este caso, duran poco. No obstante, puede prolongarse durante media hora y repetirse un par de veces al día, lo que hace que los padres acaben agotados y desmoralizados.

Respecto a la edad, las rabietas pueden suceder a cualquier edad, pero son más frecuentes entre los 18 meses y los 3 años, aunque las pueden durar hasta los 5 o 6 años y desaparecer gradualmente después cuando el niño o niña va madurando y aprende que las cosas no se consiguen mediante las rabietas o aprenden a retener algunas emociones y a saber controlarlos.

En esta etapa permiten al niño ir practicando para ganar en tolerancia ante sus propias frustraciones, desilusiones, reveses, pérdidas, errores, equivocaciones, etc. Por lo tanto, son oportunidades que tenemos los padres y educadoras para enseñarles habilidades emocionales que les ayudarán a ser adolescentes y adultos con madurez interna.

Según Aletha Solter la mayor parte de las situaciones que provocan esas rabietas en los niños/as se pueden agrupar en tres tipos:

  • El niño tiene una necesidad básica (hambre, sed, sueño…) que no podemos satisfacer en este momento.
  • El niño tiene información insuficiente o equivocada de la situación en la que nos encontramos.
  • El niño necesita descargar o liberar tensiones, miedos o frustraciones presentes o pasadas.

Muchas veces los niños “aprovechan” cualquier mínimo detalle para entrar en una rabieta. Puede ser que estén enfadados o angustiados por cualquier otra cosa y la situación actual sólo sirva de detonante.

En mayor o menor medida, que un hijo tenga rabietas en edad infantil es algo inevitable. Lo importante es cómo los padres, en su rol de educadores, se enfrentan a estas rabietas. Es muy positivo que un niño vea en sus padres el ejemplo a seguir ante las frustraciones del día a día. Por eso, es fundamental mostrarse sereno y no gritar, para no ponerse a la altura del niño. No se debe intentar razonar con los hijos y es importante marcar la distancia física ante el berrinche, mostrándole al niño que lo que está haciendo en ese momento no nos importa. El niño tiene un gran temor ante la indiferencia de sus padres, por lo tanto, es bueno marcar una distancia emocional como barrera ante el berrinche, de forma que el niño perciba que con su enfado no logra afectarnos. Ante todo, los padres tienen que ser capaces de ignorar las rabietas del hijo:

  • Si el niño percibe que, ante un berrinche derivado de un “no”, sus padres le hacen demasiado caso, o incluso gritan, él entenderá que su berrinche tiene aceptación y por tanto volverá a repetirlo en el futuro.
  • Si, por el contrario, ve que el berrinche no afecta a sus padres, progresivamente comprenderá que gritar no es una medida efectiva para resolver los problemas.
  • De este modo, el niño entenderá que gritando no consigue nada. Ni un resultado positivo ante su “capricho”, ni alterar a sus padres generando un enfado en ellos.

Aquí en Wonderland, hemos experimentado todo tipo de rabietas desde los más pequeños hasta los más grandes. Cuando se da el caso, lo primero que hacemos es mantenernos firmes y controlar la situación con mucha paciencia, puesto que esto les ayuda a dejarle claro que su rabieta no le llevará a conseguir lo que quiere. Usamos explicaciones cortas para intentar explicarles por qué es injusta su reacción y no respondemos con enfado porque si no, estaríamos reforzando su conducta ya que los niños imitan todo lo que hacemos. Por eso es importante no permanecer enfadados y no mostrar importancia en ese momento de la rabieta. Cuando hayan pasado unos minutos, nos arrodillamos ante ellos, mirándolos a los ojos y les hacemos entender que no puede ser, conseguimos que salga de ese estado y hacemos que nos escuche. En ocasiones, ni ellos mismos sabrán cómo terminar con su propia rabieta. Muchas veces salimos con ellos en brazos del espacio en el que se encuentran con los demás niños y vamos a otro más abierto en el que pueden distraer su atención y hacer que se centre en otra cosa. Los niños también tienen derecho a desahogarse, por lo que a veces es incluso positivo que pasen por una rabieta. Cuando está inmerso en un ataque de furia, se le puede decir: «Pues sí que estás enfadado, avísame cuando se te pase», y acto seguido alejarse un poco de él. Será consciente de que nos preocupamos por lo que le pasa y de que no conseguirá nada poniéndose así. Por tanto: ¡hay que ser pacientes, no preocuparnos y aprender a ignorar las rabietas de nuestro hijo!

Ánimo papás, la vida está para que aprendamos, nos equivoquemos y podamos rectificar. Es justo lo que nuestros pequeños necesitan, aprender para cambiar las rabietas por otra conducta. Es necesario que enseñemos a nuestros hijos a descubrir lo valiosos y únicos que son.

“Trata a un hijo como es y seguirá siendo así, trátalo como puede llegar a ser y se convertirá en lo que puede llegar a ser”.